Siempre me interesó y atrajo la relación profunda y empática entre el gaucho y el caballo. Incluso la evolución histórica de esa relación, particularmente aquí en Argentina. Podría pasar horas y días compartiendo con ambos los diferentes momentos y circunstancias. Las actividades en la tierra, su lealtad y personalidad. Aun así, fotografiarlos no es tan fácil, si queremos conseguir los momentos reales y naturales. Es una especie de momento privado.
“El gaucho no sería nada sin un caballo”. – Anónimo
El gaucho es una figura muy compleja, un personaje muy difícil de definir, que ha pasado por muchas épocas desde su aparición en la Pampa central de toda América a principios del siglo XVI, con la llegada desde Europa de las primeras naves que traían inmigrantes, así como los caballos, que aquí antes no existían.
Así nació una cultura ecuestre en todo el continente americano. El gaucho es el “criollo”, hijo del inmigrante europeo y de esta cultura ecuestre. El gaucho es un individuo panamericano, se encuentra de norte a sur del continente americano, norte, centro y sur. Los criollos son diferentes en toda América, al igual que los caballos, debido principalmente a las diferentes condiciones geográficas, climáticas y ambientales, así como a las características de los distintos inmigrantes.
El caballo criollo sureño se convirtió en la herramienta vital del gaucho, era todo lo que poseía en este mundo. Si su caballo se perdía o cojeaba, el gaucho, que andaba solo por la inmensidad de la Pampa, perdía su amada herramienta, se quedaba solo, y hasta moría, de la pérdida y de la pena. Entonces lo perdió todo excepto el antiguo prestigio que fue exaltado por la dureza y la soledad. El vínculo gaucho -caballo siempre fue fundamental.